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1808.
La guerra contra el francés: Violencia y represión en Mallén
Generalmente,
cuando se estudia la historia de la llamada “Guerra de la
Independencia” en Aragón, se hace especial hincapié en el relato de
los diferentes “sitios” que sufrió Zaragoza, y los heroicos
comportamientos que protagonizaron sus ciudadanos hasta que
definitivamente la ciudad fue conquistada. Pues bien, en este sucinto
trabajo queremos dejar constancia de que el llamado Primer Sitio de
Zaragoza, no fue el primer acto bélico que se produjo en tierras
aragonesas, sino que hubo otras localidades que anteriormente ya habían
sido sitiadas y atacadas por las tropas francesas antes de llegar a la
capital aragonesa. En esa guerra Mallén fue la primera localidad
aragonesa que sufrió el acoso del ejército del general Lefebvre, el
primer pueblo de Aragón en sufrir la extrema violencia practicada por las
tropas francesas.
El
sitio de Mallén
El 7 de junio de 1808, el
general del ejercito francés Lefebvre salió de Pamplona con unos cuatro
mil hombres en dirección a
Zaragoza. Pero antes de llegar a su destino los franceses tuvieron que
enfrentarse a diversos obstáculos.
El primer
problema se les presentó en Tudela, donde unos días antes sus habitantes
se habían alzado en armas instados por las promesas del general Palafox,
quien se había comprometido a facilitarles armamento para luchar contra
el ejército invasor. Pero los días pasaban y las armas no aparecían.
Los nervios se adueñaron de algunos sectores sociales de la localidad que
comenzaron a pensar en huir antes de la llegada de los franceses,
confabulaciones que ocasionaron las detenciones de algunos personajes
considerados tibios por los más patriotas. La tensión se ralentizó
cuando el 6 de junio el general Palafox envió a su hermano, el marqués
de Lazán, al mando de un tercio de paisanos, cuatro cañones, un gran número
de fusiles y municiones.
Una vez en Tudela, a las
tropas aragonesas se incorporaron algunas huestes de José Obispo,
llegando a conformar un destacamento de unos cinco mil
hombres en total, cuyos combatientes eran, en su mayor parte,
campesinos inexpertos, mal armados, mal vestidos y sin instrucción.
El día 8 de junio y tras
un breve enfrentamiento, los aragoneses se retiraron. El marqués de Lazán
pretendía establecer su cuartel general en Mallén, pero la llegada de un
emisario francés le hizo reconsiderar su decisión y ordenó que el
emplazamiento se instalara en Alagón, desde donde coordinaría a sus
tropas. Después, el hermano de Palafox se dirigió hacia la Villa de Mallén,
llegando a la misma el 11 de junio. Parte de las tropas marcharon hacia
Borja a las órdenes de su hermano Francisco y, posteriormente, Lazán
envió un destacamento a Tarazona por si había que atacar la retaguardia
del enemigo. Mientras tanto se recibió pólvora, 50.000 cartuchos y con ellos se municionaron los 3 ó 4.000
hombres que le quedaban al marqués tras un primer choque bélico.
En la tarde del 12 de
junio las tropas francesas llegaron a las lindes de la Villa de Mallén,
siguiendo el camino principal que atravesaba el corredor del Ebro en
dirección Zaragoza. Como dice H. Lafoz, “la posición de esta villa,
en una colina accesible a la caballería y a la artillería, no era nada
ventajosa”, factor que llegó a facilitar el ataque enemigo. A pesar
de todo, las tropas aragonesas, sitas entre Mallén y Tudela, salieron al
encuentro de los franceses. Pero la tarde caía y los franceses,
precavidos, optaron por fijarse en su campo. El combate se postergaba así
hasta el día siguiente.
Al amanecer del día 13,
la presión francesa obligó a las tropas aragonesas a replegarse desde
sus posiciones en la ribera del río La Huecha y el cerro de El Convento,
hacia la población. Mallén había sido sitiado por las tropas galas.
Mientras el ejército de Lefebvre se disponía para iniciar una ofensiva
sobre el pueblo, las tropas dirigidas por el marqués de Lazán se
prepararon a conciencia para defender la plaza. Los franceses atacaron por
el frente, pero los escasos recursos, tanto humanos como materiales de los
que disponían las fuerzas aragonesas, unidos a la inexperiencia en la
lucha, hicieron que Mallén fuera tomada sin muchos problemas por las
huestes de Lefebvre. Entre tanto la plaza de la iglesia parroquial se había
convertido en un improvisado hospital, al acoger a los heridos que
entraban del frente de batalla.
En un último intento por
evitar la caída de Mallén, Lazán pretendió mantener el orden y procuró
que sus hombres continuasen firmes en sus posiciones. El resultado de
dicho esfuerzo fue fútil, ya que los fusileros acabaron abandonando el
campo y Lazán a duras penas pudo llegar al río Ebro para huir en un barquichuelo.
Muchos de los defensores fueron abatidos a tiros por los caminos cercanos
a la población. Mallén había sido conquistada por el ejército francés.
Efectos
de la derrota. La represión de los vencedores
Después de la escaramuza
bélica y una vez aplacada la resistencia de las tropas aragonesas, los
franceses entraron en el pueblo. El general Lefebvre dejó en el castillo
mallenero que pertenecía a la encomienda de la Orden de San Juan de
Jerusalén, unos cien hombres de infantería y doce de caballería. Cuando
quedó asegurado el dominio francés en la villa, Lefebvre continuó su
viaje hacia la capital de Aragón no sin antes pasar por Gallur y
saquearlo; el día 14 de
junio llegó a Alagón, lugar
elegido por Palafox para parar los pies a los franceses. Las fuerzas
aragonesas fracasaron en su intento y se replegaron hacia la ciudad. Al día
siguiente, 15 de junio, dio comienzo el Primer Sitio de Zaragoza.
Mientras tanto, las tropas
instaladas en Mallén se dedicaron a imponer su orden, una férrea
disciplina, ejerciendo una brutal represión que fue más allá del
saqueo. En un principio las huestes galas fueron casa por casa requisando
muebles, ropas, joyas y todo tipo de objeto valioso o útil para su estancia
en la villa, o para uso de su ejército. Un ejemplo de estas actuaciones
lo tenemos en el expolio del domicilio del notario Vicente Pérez Petinto,
ausente en aquellas fechas de la villa a igual que otros muchos vecinos,
que huyeron pocos días antes, intuyendo la inminencia de un ataque francés.
Por otro lado, los invasores obligaron al concejo y a los ciudadanos a
proporcionarles alimentos para el sustento del ejército. Durante el
tiempo que duró la guerra, la administración francesa organizó en Mallén
un punto de recogida de provisiones que
incluían los pueblos contribuyentes y auxiliares a esta Plaza
como punto militar de Gallur, Novillas, Bureta, Alberite, Magallón,
Agón, Bisimbre, Fréscano y Tauste.
Los saqueos y la obligación de dar alimentos a la guarnición
gala produjeron un profundo malestar social. Por miedo a posibles actos
rebeldes de los malleneros, los franceses ejercieron una violenta represión
en la localidad llegando a
efectuar una serie de fusilamientos, además de llegar a violar la pureza
de las mugeres y de
encarcelar en la cárcel municipal a numerosas personas pudientes y
miembros del ayuntamiento. Esta política de detenciones,
ejecuciones y violaciones las podemos considerar como castigos ejemplares
que cumplieron en nuestra opinión dos funciones básicas. En primer
lugar, intimidar a la población emitiéndoles el mensaje de que si no se
rebelaban y cumplían lo dispuesto por la nueva autoridad no tenían nada
que temer por su vida. Es decir, los franceses atemorizaron a la población
para garantizar en un principio el orden. Y, en segundo lugar, los
fusilamientos sirvieron para deshacerse de elementos disidentes que
pudieran alterar su orden. Algunos de los malleneros que habían luchado
con Lazán fueron pasados a fusil, aquellos que alzaron la voz contra el
francés fueron asesinados. El saldo de la guerra fue muy negativo para
esta localidad. Según relata F. Córdoba en su “Manlia y Mallén”,
en esta localidad hubo 51 muertos a causa de la guerra y posguerra, 21 de
los cuales fueron fusilados por el ejercito francés.
Otra manera de garantizar
su orden y su poder, lo consiguieron prohibiendo la realización de los
oficios eclesiásticos, mientras
usaban la iglesia como caballeriza. Este acto se puede tildar de
antirreligioso, recordemos que Francia desde su revolución en 1789 se
constituyó como un país laico. Pero, más allá de estas
consideraciones, también hay que pensar que el cierre del templo
religioso obedecía a una cuestión de seguridad, ya que se impedía de
esta manera la reunión de los malleneros y, por lo tanto, cualquier
posible alteración social, cualquier acto de rebelión de la comunidad.
En este régimen de miedo,
represión y de sometimiento a las nuevas autoridades extranjeras vivió
la mayoría de la población mallenera, exceptuando aquellos afrancesados
que durante los primeros días de junio de 1808, y como evidencia el
testimonio de Miguel Sola recogido por H. Lafoz, deseaban la llegada del
orden francés; en un escrito desde Mallén y con fecha del 3 de junio
denunciaba a siete individuos del mayor carácter del pueblo,
quienes a través de sus conservaciones y expresiones que manifestaron en
público templando a todo el pueblo para coger las armas contra los
franceses. Estos personajes afirmaron que estarían muy bien con el
código de Napoleón y se reunían todos los días en unos bancos que
hay en la plaza del pueblo para hablar sobre el particular. Decían también
que era tontada el que en Zaragoza se levantasen y en otras capitales,
que ellos se estarían quietos y a quien obedecerían sería al Gran Duque
de Ver, y mil espresiones contra España y contra la Patria. El
informe acababa manifestando una gran preocupación porque estos ímpetus
tienen mucho partido en el pueblo, como que son los principales de él.
Como se observa, este
grupo de afrancesados pudo ser vital, por un lado, para atemperar los ánimos
de lucha del pueblo a través de su propaganda, que además de criticar
profundamente el orden corrupto de la monarquía española, dibujaba un
nuevo orden de libertades con la llegada del francés y sus
revolucionarios códigos. Por otro lado, los afrancesados de Mallén
pudieron ser el elemento clave para el ejercicio, por parte de las tropas
francesas, de una represión eficaz y ejemplar que borrase del mapa a una
serie de personas que pudieran ser elementos de resistencia para la
ocupación francesa.
En Mallén se libró la
primera batalla en tierras aragonesas durante la guerra contra el francés.
La pérdida de esta plaza por parte de las tropas aragonesas abrió el
paso al ejército francés para la conquista de Zaragoza.
La estancia de los
franceses en Mallén perduró durante toda la contienda, hasta que el 23
de agosto de 1813 las tropas de Mina lograron desalojar el castillo de sus
defensores galos, tras varios días de acoso. Tal fue la crueldad sufrida
por la población mallenera durante toda la guerra, que al día siguiente
de su liberación decidieron demoler el castillo, piedra a piedra,
para evitar la ocupación de cualquier otro ejército.
Iván
Heredia Urzáiz
Guillermo Carranza Alcalde
Para saber más:
LAFOZ, Herminio, La
guerra de la Independencia en Aragón. Del motín de Aranjuez a la
capitulación de Zaragoza. IFC, Zaragoza.1996.
LAFOZ,
Herminio, Los Sitios: Zaragoza en la
Guerra de la Independencia (1808-1809), Edt. CAI. Col. CAI 100,
Zaragoza.
CARRANZA ALCALDE, Guillermo: Historia
de Mallén. Institución Fernando el
Católico. Zaragoza, 1988.
HEREDIA URZÁIZ, Iván,
CARRANZA ALCALDE, Guillermo, Crónicas malleneras del notario don Vicente
Pérez Petinto, Mallén, 1764-1814, C.E.S.B.O.R. Borja, 2003. |
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